miércoles, 20 de octubre de 2010

Guerras de palabras

Vencer es la acción. El verbo del triunfador.
Obtenemos, después de ejecutarse esta heróica actuación, un vencedor protagonista sustantivo y sujeto adjetivo.
Vencedor como aquel que vence y que irremediablemente crea un vencido participio.
y es aquí donde yo me pregunto ¿cómo?
...cómo es posible que vencer pueda ser a la misma vez ganar y perder?
el vencedor que vence al vencido es la demostración de esta guerra de palabras sangrantes en mi cabeza.
No comprendo a este verbo interesado... que elige su significado como la veleta su dirección con el aire.

Pero más retorcido es pensar que si en algún momento tu has vencido... (supongamos que has vencido el tabaco como ejemplo) te transformas en vencedor, de perdedor a ganador así, en un cerrar y abrir de ojos.
Me resulta complicado no entender del todo bien esto
de vencedores y vencidos.
de vencer.
de ganar y perder

si venzo, gano y si me vences pierdo. pero vencer... venzo en las dos situaciones!
si te venzo pierdes y si te vences tú...
tal vez seas lo suficientemente valiente para saber cuándo retirarte .
entonces ganas.
y acepto el final de esta guerra, donde como típicamente se dice
nadie gana y todos pierden
porque todos de alguna manera u otra vencemos






Conclusión: No olvides nunca la fecha en que vencen los yogures!
ellos ganan poque no son comidos, masticados y luego cagados, pero unos yogures vencidos... te harán perder el dinero!

viernes, 8 de octubre de 2010

Volaron las últimas golondrinas con el fin del verano y dejaron mi tejado desolado.
Por las mañanas ya no me despiertan sus cantos, y apenas quedan pájaros en este cielo contaminado.
Ahora vuelan las palomas solas sobre el decorado urbano, pero su insolencia me llena cada día de rebeldía. Desde el cielo buscan calvorotas para hacer diana y cagarse en todo y sobre todo a todo.
El pobre Carlos III sobre su caballo en mitad de la plaza de Sol ha terminado aceptando como sombrero el plumaje de tres palomas que se alimentan cada día de los mendrugos de pan que un abuelito les viene a dar. El sombrero de Carlos III cada día se hace más grande, más gordo y más insoportable...
Igual que esta ciudad sin golondrinas, pero aunque las eche de menos es necesario que vuelen... No quiero pájaros enjaulados!
Emigraron al sur, tal vez porque son las encargadas de llevar la primavera de un lado a otro del mundo y no se sienten de ninguna parte. Vienen y ván, libres, como el aire y en el aire con sus vuelos acrobáticos.
Y es por eso que este cielo ya no tiene kamikazes.
Por suerte ví a la última golondrina partir y sentí algo tan especial como ver la primera hoja del otoño caer; Estaciones sin parada son las golondrinas...
Llegan sin darte cuenta y te revolotean en la tripa antes de que las mariposas hayan metamorfoseado en la barriga. El corazón se lo llevan en un vuelo y te dejan en el aire, en una especie de sensación de precipicio.
Y yo ya no quiero ser paloma , quiero ser golondrina y aprender a volar con cada primavera y llegar tan lejos como tú y aprender a volver, como las golondrinas de Bécquer y algún día poder volver en tu balcón mis nidos a colgar.